No lo hagas solo
Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de Cristo Jesús.
Gálatas 6:2 NTV
“la Iglesia existe principalmente para dos propósitos estrechamente relacionados: Para adorar a Dios y trabajar por su Reino en todo el mundo…también existe para un tercer propósito, que de igual manera sirve a los otros dos: para animarnos unos a otros, y para fortalecernos unos a otros en la Fe, también para orar unos por otros, para aprender y ensenarnos unos a otros, y ser ejemplo a seguir, desafíos que afrontar y tareas urgentes que realizar. Todo esto es parte de lo que se conoce como compañerismo.”
N.T. Wright
Cuando empezamos con estas lecciones de sanidad, te comentaba que El Señor me hablo concerniente a esas personas, buenos creyentes que creen en sanidad pero aun así están batallando para recibir sanidad para ellos mismos. También El Señor me hablo sobre unos “agujeros” en la doctrina de sanidad. Tratamos dos de esos agujeros” con algunos detalles: entendiendo nuestra identidad en Cristo Jesús y entendiendo nuestra naturaleza de Fe. Nuestra tercera área es nuestro entendimiento en la Iglesia. Somos una comunidad, incluso nos podemos llamar una Familia. Sin embargo a menudo pareciera que estamos en esto solos. Quisiera ver tanto el poder de la comunidad Cristiana, ya que eso impactaría mucho en el área de la salud y de la sanidad.
A veces la Iglesia me hace sentir insatisfecho. No me malentiendan, amo la Iglesia, amo a los de la Iglesia, y creo que debemos ser parte de una Iglesia local. Amo el adorar corporativamente, amo las enseñanzas de la palabra de Dios, y amo gozarme con los Santos de la Iglesia. Pero a veces siento como si me lavara las manos con los guantes puestos. Estoy haciendo todos los movimientos correctos, pero el trabajo no se está terminando. Es verdad, particularmente en el área de sanidad. Ensenamos, oramos, y más del tiempo, es todo. La persona enferma sigue sola. Si ellos tienen fe, sanaran, si no, entonces “así es la vida.” Bueno, eso no es suficiente.
Una cosa que matizo mi percepción fue ser miembro de un programa de 12 pasos, antes de ser creyente. Hacían algunas cosas que extrañe cuando entre al mundo de la Iglesia. Me acuerdo mi primer visita a la reunión, fue en un salón muy grande. Iban a tener a alguien que nos hablaría de cómo mantenernos sobrios. Yo estaba sentado en una mesa de las de atrás, y me sentía un miserable. No conocía a nadie, estaba sudando y temblando por la abstinencia. Repentinamente, una mano con una taza de café medio llena extendida hacia mi apareció frente a mí, El hombre de estatura pequeña, y un poco llenito quien me la estaba ofreciendo, solo sonrió y se presentó. Esa taza medio llena de café, impacto mi vida. Supe que esa persona que me la ofreció sabía lo que era estar aislado, enfermo, y asustado. Se puso en mis zapatos, y sabía que una taza llena de café, con lo que yo estaba temblando, terminaría en una gran quemadura.
Más tarde, ese mismo hombre me estaba dando su número de teléfono y me dijo que le podía llamar a cualquier tiempo o cuando quisiera o tuviera la necesidad de hablar con alguien. En el año en curso, la sanidad que El Señor hiso en mi mente y en mi cuerpo fue asombrosa. Y lo hizo principalmente a través de otros chicos que estaban disponibles para caminar conmigo. Nada de lo que les decía o les hiciera los desanimaba, aunque a menudo eran brutalmente honestos sobre lo que pensaban de lo que yo hacía o decía. Esperaban que yo leyera, orara, asistiera y sirviera. Sin excepciones. Lo que encontré en la Iglesia fue bastante diferente. A menudo se sentía más como ir a un concierto que a una congregación.
El cristianismo no fue echo para vivirlo solos. En las escrituras del Nuevo Testamento se muestra siempre un grupo de personas que sirven juntos al Señor. La versión de Reyna y Valera registra una docena de amonestaciones para amarse los unos a los otros, y otros 39 versículos de ‘unos a otros’ que les dice a las Iglesias como vivir ese único mandamiento de “amarse unos a otros” un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros. (Juan 13:34 NVRV).”
Se me dificulta escribir sobre este tema porque no quiero de ninguna manera criticar a ninguna Iglesia en particular. Cuando entro en una mentalidad de “ellos deberían…,” me pone en un lugar en donde puedo culpar a otra persona por mi problema, y eso raramente ayuda a alguien. Lo que quiero hacer es identificar las cosas que la Biblia dice que deberíamos recibir de nuestra experiencia en la Iglesia, luego encontrar la manera en cómo puedo acceder a esas bendiciones. Nunca es; “ ¿que deberían hacer?’ pero siempre es “ ¿que yo debería de hacer?”
Nuestra necesidad es revelarnos unos a otros que nuestro cuerpo humano es una imagen de nuestra Iglesia. Dios hizo esto con un propósito, y lo hizo una y otra vez. Aquí algunos ejemplos:
- Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. (1 Corintios 12:25-27 GW)
- De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4:16 GW)
- Porque de tal manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función. Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos unidos los unos con los otros. (Romanos 12:4-5 GW)
En cada uno de estos pasajes, el tema es que cada parte del cuerpo tiene una función, que si no hubiera una de esas partes, el cuerpo sufre. Por lo tanto, debemos cuidarnos unos a otros e impartirnos unos a otros los dones que el Señor ha depositado en nosotros. Si eres de los que prefieren mantenerse alejados de los de la congregación de creyentes, yo diría que estas fuera de la voluntad de Dios y que a la larga te costara. Además las otras partes del cuerpo extrañaran esa parte que hace falta. No fuimos diseñados para vivir esta vida de Fe solos.
En Hechos 2:44, Lucas reporta a la Iglesia de Jerusalén, “y ahora todos los que tengan algo en común y sean creyentes, júntense” (Hechos 2:44 NTRV).” Usualmente entendemos esto como provisión, comida, ropa, etc. Y es ciertamente verdad, pero claramente es mucho más que eso. Eran conscientes de que tenían algo en común que los impulsaba a ser espontáneamente generosos con otros creyentes. Kenneth Wuest lo tradujo de esta manera: “y todos los creyentes estaban reunidos en unidad y participaban en todo en unidad.’ Estaban unidos. Así era como ellos se veían: participamos juntos en una operación en conjunto. Somos uno.
Para nuestra mentalidad estadounidense, de autonomía y responsabilidad individual, una perspectiva basada en la unidad es difícil. Sin embargo, la imagen del Nuevo Testamento de un cuerpo que requiere la cooperación de todas las partes para que florezca, esto debería impulsarnos a considerar un nuevo panorama. Tenemos más en común que solo ser un una raza en particular o una denominación, o género, o clase social. Compartimos cosas que trascienden esas características mundanas. Tanto así como esos viajes espaciales que trascienden por caminar descalzos por la tierra. Compartimos la misma Fe: creemos en la misma historia milagrosa. (Tito 1:4). Compartimos la misma salvación: la misma gracia que me salvo, te salvo a ti también y estamos destinados a estar juntos por toda la eternidad. (Judas 1:3). Compartimos los mismos retos: toda prueba que soporto ha sido soportada y superada juntamente con otros en la Fe. (1 Corintios 10:13). Estamos en esto juntos, ahora, y por siempre.
Aquí está el punto: cuando enfrentamos pruebas de angustia física, mental o emocional, no estamos destinados a estar solos. Estamos conectados. Estamos en un pacto. Somos una comunidad. Cuando se trata de sanidad, estar conectados a otros nos trae beneficios específicos;
- El poder de acuerdo: estar unánimes en oración trae poder y el poder de su presencia todo lo soporta. (Mateo 18:20; Hechos 2:1; 2 Crónicas 5:13-14).
- El poder de sumisión: estar sometidos unos a otros y sometidos a aquellos que tienen la responsabilidad de nuestro cuidado espiritual, nos permite tener acceso al derramamiento de su gracia. (1 Pedro 5; 5-9; Santiago 4:6-8; Hebreos 13:17).
- El poder del pacto, cubre toda oración: Pablo se refirió repetidamente en la necesidad de orar y en la necesidad de la Iglesia de orar los unos por los otros y por esos que se salen de la voluntad de Dios. las oraciones de intercesión por aquellos con quienes Dios a conectado en un pacto es verdaderamente donde aprendimos a llevar la carga de los demás. (Efesios 6:18; Colosenses 4:12; Romanos 8:26-27; Efesios 1:17-23; Hebreos 13:20-21).
Siguiente paso: repasa esta enseñanza y lee todas las referencias. Pregúntate, “¿si tan solo creyera que este verso es verdad, como cambiaria mi actitud? ¿Mis acciones? ¿Mis prioridades? ¿Mis relaciones?” escribe las respuestas y revísalas todas las mañanas.
En nuestra siguiente lección, vamos a examinar cada una de estas tres áreas, y a aprender a tomar nuestro lugar en el cuerpo de Cristo de tal manera que recibamos todos los beneficios, y liberar el poder de conexión a aquellos con quienes estamos conectados.
¡Hagámoslo! Dios quiere que tú seas sanado, y yo también.
Pastor Virgil Stokes
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